2009/02/17

Hacienda

El jueves me llegó una notificación de hacienda, un papelote que tenía que haber entregado.

El viernes no tuve fuerzas para planteármelo.

El lunes... era lunes, no computa.

Y hoy he encontrado un hueco para ir.

Sólo plantearse pasar por la Agencia Tributaria da un palo que te mueres, es algo parecido a ir al dentista, cuanto más tardes en ir, peor, y una vez te lo quitas de encima, no era para tanto.

Los funcionarios están muy dispuestos a que les des los buenos días y a que no les trates como si tuvieran la culpa, intentan que esperes lo menos posible y te tratan bien. Los trámites burocráticos siempre llevan tiempo y no somos los únicos que van a hacer papelotes...

Hoy me han sabido arreglar mis problemas en un tiempo más que razonable y velando por mi interés.

Como el dentista.

2009/02/03

Viajes y comparaciones

Domingo


Escaldes desde casa de Iván.

A eso de las once, los Castañ Pina pasaron por casa a recogerme, me dio el tiempo justo de acabar la cabecera nueva y escribir unos cuantos emails de última hora, ¿era el momento de hacerlo? No creo, pero salió así.

Rumbo a Fraga con Mai en el asiento de atrás. Mai es la hija de Cris y Javi, es una preciosidad y se portó muy bien durante todo el viaje, una semana nada menos. Comimos en casa de los padres de Cris, la Dora y el Máximo, lo que se suponía que iba a ser un pinchito de tortilla y a la carretera acabó por ser un auténtico festín.

Con el estómago lleno fuimos de camino a Andorra, lloviznaba y los andorranos nos amenazaban con su conducción deportiva, pero lo hicimos sin mayor novedad.

Iván (mi hermano no, el otro) nos recibió en su casa con los brazos abiertos, nos dijo dónde aparcar y nos facilitó la vida, un anfitrión modélico. Eso sí, tiene Darth Vaders en toda la casa para vigilar a las visitas...

Cena de pizzas a casa y un trozo de película.

Caí como un leño en la cama tras una ducha. Se me había estropeado el agua caliente OTRA VEZ en casa.

Lunes


Las vistas desde el balcón de Iván.

Desde la cocina de nuestro anfitrión.

Un viejo hotel en desuso.
Durante la noche nevó y nos dejó esta estampa tan bonita.

El día se presentaba gris y las posibilidades de esquiar no parecían las mejores, Javi se levantó pachucho y Cris y yo nos fuimos con Mai a hacer acopio de provisiones.

Los supermercados son iguales en todas partes, pero aquí la sección de alcohol es mucho más grande, con botellas de litro y de cinco litros de J&B.

A la vuelta el día se había abierto y nos animamos a subir a la Massana.

En un post anterior os narraba mi viaje al salón del cómic de la Massana.

Resulta que al lado del hotel donde estuvimos en Abril teníamos ahora el telecabina para subir a pistas. Qué cómodo...

Forfait de medio día y para arriba.
Según me equipaba me asaltaban las dudas de si recordaría cómo es lo del snowboard o si me tocaría otra ración de caídas y dolor como hace tres años, cuando Javi y Francis me enseñaron a surfear en Puigcerdá.

Llegados a la cumbre me calcé el Dragón Rojo y me puse a bajar. Así de fácil, no sólo no me había olvidado si no que había mejorado. Desde aquí toca agradecer a Sergio, nuestro entrenador personal, las sesiones de sentadillas y ejercicios de piernas a las que nos somete los jueves, el dolor merece la pena.


Cris equipada y con las ganas de comerse la nieve.


Una paradita para descansar junto a un telesilla.


El Dragón Rojo bajo la nieve.

Como anécdota humillante; recordaba cómo ponerme las fijaciones, pero no cómo quitarlas así que tuve unos cuantos momentos de sufrimiento sentado en la nieve dándole golpes a la tabla hasta que conseguí deshacerme de ella.

Otra pequeña humillación; el tamaño y forma de mi apéndice nasal hacen incompatibles mi casco y mis gafas, así que tuve que pedirle prestadas unas gafas al Iván para poder subir.


Cris saluda a sus compañeros de trabajo desde Pal, deseándoles que se lo pasen muy bien en la oficina... qué mala sombra.
Cuando los señores de los telesillas nos dieron la luz y quitaron la música nos fuimos a hacer cola al telecabina para volver al coche. En media hora lo conseguimos. Mis cuádriceps no podían más... cuatro horas de tabla son suficientes para mis inexpertas piernas, me cuentan que cuando vas más relajado te cansas mucho menos, espero que sea verdad o jamás podré esquiar profesionalmente...

Duchita en casa de Iván y cambio de ropa, qué rico todo.


Nieve en la Massana.

Con Iván y en su coche, bajo el temporal de nieve nos volvimos a subir a la Massana donde viven Xavi y Tibi (Tivi?) que nos invitaron a cenar en el sitio de los nachos, siempre me quedo con la sensación de que podíamos haber pedido otra ración...


El sitio de los nachos.

El bar en sí está lleno de surferos, que van de molones que no veas y dan mucho mal, yo iba a lo que iba, la compañía era idónea y la comida acompañaba, fuera nevaba y todo era perfecto.


La nieve caída en apenas dos horas.

Con la nevada en lo más gordo, Iván hizo gala de su maestría en esas condiciones y nos llevó sanos y salvos a casa, agotado me fusioné con el colchón y dormí como un angelito toda la noche...

Martes


Pal desde el puesto de telecabinas.

El martes despertó luminoso y con las calles llenas de la nieve caída la noche anterior, condiciones perfectas para la práctica del esquí.


La pista roja que me bajé tan a gusto.

Estaba envalentonado por las buenas sensaciones del día anterior y subía con Javi, más amigo de arriesgar y de progresar, ya sabía cómo quitarme las fijaciones y tenía una sensación de control muy agradable; no me debo dejar engañar, pero es que estaba a tope...

Bajé muy tranquilo, Javi hizo unos vídeos que cualquier día montaré y me incitó a probar el fuera de pista.

En las estaciones hay unos caminos marcados, las pistas, en los que la nieve está trabajada por máquinas que la prensan y la hacen más cómoda para el paso de la gente, fuera de los caminos marcados la nieve está más suelta, es como una espuma muy densa... Esquiar por ahí es como estar en una nube, lo notas todo esponjoso y blandito, incita a dejarse caer. Y así lo hice.

Una tarde de esquí estupenda.

Lo malo empezó cuando nos pusimos la ropa seca y nos dispusimos a volver...

Queríamos unos nachos del bar de la noche anterior, fuimos y nos lo encontramos cerrado, maaal, pillamos retención el el camino de vuelta, maaaaaal, no encontramos aparcamiento maaaaaaaaal, y los andorranos conducen como locos muy maaaaaaaaaal.

Por fin dejamos la furgoneta en el quinto pino y nos fuimos a casa de Iván. Ducha, cena de Kebabs y sobremesa con las historias de nuestro anfitrión, un gran narrador.

Miércoles

Tocaba zafarrancho, recoger y camino de Angulema. El plan era quedarnos lo más cerca posible sin llegar, no teníamos alojamiento para la noche y una niña pequeña que no sabíamos cómo respondería a un viaje largo.


El bar en cuestión.

Salimos a eso de las once, llenamos el depósito con gasoil barato andorrano y desayunamos en un sitio estupendo, con el mejor bocadillo de jamón que me he echado al cuerpo en los últimos tiempos, tan bueno que me pedí otro para la comida.


Recién llegados a Francia.

Con la tranquilidad que da llevar muchos años en la carretera, Javi nos guió por la zona segura de los puertos nevados y llegamos a Francia sin problemas.


El interior de la furgoneta, perfectamente equipada.


Autopista en Francia.

Las autopistas francesas (autoroutes) son estupendas, tienen un máximo de 130 Km/h en seco y de 110 Km/h con lluvia y las mejores áreas de servicio que se pueda uno imaginar. Son pequeños centros comerciales, con baños impolutos y parque infantil para niños, aparcamientos especiales para movile homes, área wifi... lo ideal para hacer un alto en el camino. Ahí paramos a comer, un par de horitas.


La zona para niños, con juguetes, tronas y lo que quieras.


Zona Wifi con Playstation...


Una comicoteca para que se entretengan los niños.

Continuamos camino, unas horas de autopista y paramos en el área de servicio, qué coño área de servicio... en el parking de caravanas de Perigueux y nos dispusimos a pasar la noche.


Mai cenando.


Todo limpio y apañadico.


La familia Castañ Pina.



Los mayores cenamos en la furgoneta y habilitamos la parte superior para dormir. La Pinamóvil es una barbaridad, tiene su cocina con agua corriente y somier de láminas en la parte de arriba. Caí como un leño pensando que me iba a pelar de frío, pero nada, un edredón de plumas y unas térmicas y calcetines debajo del pijama pueden hacer maravillas.

Jueves:


Mai recién despierta.


La furgoneta con el techo desplegado, ahí debajo dormí yo.


Javi desayunándose un café con leche, en francés noisete, para Javi "lavatif".


Nos despedimos del área de servicio del paraiso.

Nos habíamos quedado a escasos ochenta Km de Angulema y llegamos sin demasiado problema.

Primero, comer un poco, luego acreditarnos. Fuimos al edificio del ayuntamiento, donde un señor que decía hablar inglés demostró que mentía en el currículum.


El ayuntamiento.

Empezamos visitando una exposición de cómic holandés, o belga balón o algo así... escribían raro. La expo muy bien montada, eso sí.


La expo.


Detalle.

Después de la expo, fuimos donde habíamos quedado con Àlex y Amaiur, en Montchaude, el pueblo a 45Km donde teníamos el alojamiento. De allí cinco Km más hasta la Marzelle, el nombre de la casa donde nos alojábamos. En las carreteras comarcales de las comarcales hay letreros indicando los nombres de las casas, que tienen mucho terreno alrededor... Es como si toda Francia estuviera habitada, hay pequeñas granjas por todas partes.

Al llegar el cielo estaba despejado y se veía el cielo totalmente estrellado, una maravilla. Los que no estamos acostumbrados a salir de la ciudad nos quedamos pasmados ante el espectáculo del universo.

Una vez dentro, los propietarios y los que iban a ser nuestros compañeros de estancia; además de Amaiur y Àlex, Juanjo y Vanesa y la Meritxell, estaban también Pepo, Giovanni y Claudio (los que yo llamo Stefano y Gianlucca) que sólo estaban de paso.

Reparto de habitaciones, dejar laas cosas y a cenar unas crepes en Angulema, estábamos todos demasiado cansados para ir a tomar nada... a la cama esta vez una de verdad.

Viernes.



El viernes desperté en la Marzelle, la Marcela, un sitio precioso, un día precioso y sin tener que viajar... una gozada, vamos.


Entrada a la Marzelle.


Un arbolico.

El sitio era demasiado buenos como para estar sólo tres días, un desperdicio.

Me fui de compras a un Lidl francés a la entrada de Angulema con el Àlex y luego a desayunar a le Minieux... el minino, en la plaza del minino.


Àlex por la mañana.


El garito era un poco friky.


Una pintada de ésas de pegar.

Angulema es una ciudad medieval bastante chula, se vuelca totalmente en el salón del cómic y se llena de gente para esas fechas, es el escenario perfecto, la organización perfecta y el concepto perfecto de salón del cómic.

Con Àlex fui a ver pabellones, tocaban los de las editoriales grandes, que son un montón y con un volumen de negocio bastante potente.


Una fachada pintada.

Comimos en un sitio de pescado con Amaiur, Javi y Cris y el Fernando Blanco, que también había venido a echar un vistazo.

Por la tarde, más pabellones. En los tres días que estuve me dio el tiempo justo para ver los pabellones con editoriales y sólo una expo, la ciudad entera estaba llena de expos, hay que organizarse mucho y bien para verlo todo.


Plaza del minino recargando móviles en el coche de Àlex.

Antes de cenar, unas patatitas frítas y cervecitas. Luego, ya con Javi, cenar en Chez Paul, una brasería rollo franquicia en la que se comía muy bien.


Ameba con hambre.


Javi con más hambre.

Sábado:

El sábado me levanté con la sensación de que me iba al día siguiente y de que tenía que tirar un montón de fotos, así que fui como un japonés con parkinson.


Los carteles de las calles estaban cubiertos de bocadillos de cómic.


Por aquí aparcamos.


Una calle...


Más calles.


Un muro pintado.


Una plaza.


Un restaurante decorado con tebeos.


Las calles de Angulema.


El ayuntamiento.


Gente...


Más gente, otra casa pintada...


Edificio típico francés.


Y más gente.


Desde el ayuntamiento...


Un poster muy chulo en una tienda de material de arte, me compré cosas chulas.


Gente...


Javi tomando té a la salida de una expo.


El local donde estaba la expo.


Una librería angulemiana.

Se me pasó el día sin ver, con la ciudad llena de gente nos fuimos a cenar a un vietnamita, muy rico, pero estaba para reventar, unos coñacazos y a socializar era la mejor solución.


Eloise y Rachel en el Chat Noir.


Un tal Miguel o algo así, Àlex y Javi.


Volviendo de noche con Javi.

Domingo:


La vista desde mi ventana.

Era el momento de irse, recoger y camino a casa.


Mi cuarto, como el de ricitos de oro.

Desayuno opíparo y a la fregoneta. Mai se portó de maravilla y navegamos por las landas muy afectadas por el vendaval de la semana anterior, Kilómetros y Kilómetros de autopista nos llevaron de vuelta a España, paradita es San Juan de Luz. Acabar un viaje así en el mar fue como de película americana.


El puerto.


Mi última comida francesa.


Rue de la Republique.


Un edificio muy bonito en el paseo marítimo.


El Atlántico.


La decoración de una bonbonería.


Las vistas desde el parking.

Y desde allí hasta casa, más Kilómetros, no parar...

Llegamos a casa a las ocho y me pegué el lunes sin hacer más que comer y dormir... el martes ya me empecé a recuperar.

Tengo ganas de volver a ir.