Bueno, vale, está bien... nada más...
Empieza con fuerza, una situación que da bastante de sí con dos protagonistas muy bien traídos que son sólidos y funcionan.
Pero a medida que van pasando los capítulos empieza a alargarse de manera un poco artificial, las tramas empiezan a no conducir a ningún lado hasta que aparece la chica, ahí la serie toca techo y empieza a caer cada vez más rápido.
¿Es que en Japón no hay abogados?¿Es que un estudiante y un profesor no tienen los mismos horarios?¿Metro setenta y nueve y pesa 59 kilos?¿Misa no tiene padres?¿Un estudiante de 17 años ayudando a la policía a resolver casos?¿El mejor estudiante de Japón que aspira a ser policía?¿"L" tiene los recursos para construir un rascacielos en tres meses?¿Un arma como el Death Note en manos de un señor para su uso arbitrario?¿Secuestrar y desviar la ruta de un avión de pasajeros así como así?¿Mafiosos que actúan como niños de parvulario?¿De qué sirve apuntar a alguien entre cuatro personas si le da tiempo para sacar un arma, disparar a uno de los que le apuntan e irse corriendo?
Y a medida que va avanzando la cosa pasan cosas aún más ridículas. Hay un par de veces que los giros argumentales parecen ocasiones para dejar atrás sus defectos estructurales y empezar de nuevo con mejor pie, pero es casi peor, llenan al espectador de ilusiones que truncan antes mismo de empezar. Un despropósito.
Lo que no puedo perdonar es ese último episodio en el que todos los personajes cambian de personalidad de golpe, la pena negra, oiga.
Todo esto y mucho más va llenando de agujeros una buena idea. ¿El secreto de su éxito? Sus personajes protagonistas (los detectives) y la estética gótica de los demonios y la Idol Girl...
Las hay peores, sí, pero no son ésta.