Narra las vida en Cicely, Alaska, la París del norte, un pequeño pueblo de menos de dos mil habitantes que tienen en común su pasión por el conocimiento y su respeto por los demás, una sociedad utópica a la que llega el neoyorkino doctor Joel Fleishman, obligado por contrato a ejercer allí durante cinco años.
El contraste entre la civilización occidental cancerígena de Manhattan y lo que debería ser una civilización en harmonía con la naturaleza genera esta perla de la televisión.
Tiene veinte años ya, pero conserva su esencia, como Amanece que no es poco, de mundo extraño pero vagamente conocido.
No puede competir con otras series más dramáticas, más centradas porque no va de eso, va sobre las cosas importantes.
4/5: Hay que verla.
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