2018/01/05

El bosque de Røros, parte 1

Debe ser la crisis de los 40 (42), pero me ha dado una súper viciada con el rol cosa fina.

Me pasé la adolescencia jugando viernes, sábados y domingos de 16.30 a 20.30, confieso que lo que más hacía era dibujar mis personajes y los de los demás (mis primeras commissions, Chispas), pero vamos, bastante rol como para dejar una marca imborrable.

En alguna ocasión lo había retomado, pero esta vez ha coincidido con la Navidad y todos mis regalos de Navidad han sido de DUNGEONS.

He decidido compartir los avances de mi partida con los lectores de aquí, como no lo lee mucha gente, mira, esa vergüencica que me quito de pasar.

Vamos a ello.

Las lágrimas de Tålvik.

Episodio 1: Los bosques de Roros.

- Estoy usando nombres noruegos por no inventármelos y porque me gusta.
- Los nombres de los personajes los han elegido los jugadores.
- Del grupo inicial de cuatro jugadores, 2 no han jugado nunca, 1 un poco hace tiempo y otro mucho hace mucho. Todos somos ya mayores y con hijos a nuestro cargo.
Esta noche, en pleno solsticio de verano hay un eclipse de las dos lunas, pero el tranquilo bosque de Roros está muy concurrido.
Gabrielle Morgana, la heroína del fjordo de Hardanger, una exploradora sin parangón que mantiene a raya a las invasiones de verdosos y las alimañas, ha llegado a Roros siguiendo el rastro de ataques y secuestros de niños que una compañía mercenaria de trasgos, los Narices Azul, está cometiendo. Los ataques se centran en los asentamientos de los Tålvik, bárbaros que viven en pequeñas comunidades cerradas. Los ataques están muy bien dirigidos, no son incursiones de pillaje, debe haber algo más.
Con el apoyo de Silvana de Jour, la elfa druida del bosque de Roros, inician una expedición punitiva contra los mercenarios, pronto encuentran una avanzadilla de cuatro trasgos en armaduras pesadas que se disponen a cocinar a alguien que tienen atado y envuelto en una manta. Tal vez debieron amordazarlo mejor, sus gritos, aunque atenuados por la manta, aún se oyen, lo suficiente para reconocer la voz de un medio elfo.
Es más, la druida reconoce esa voz, le es familiar.
Las heroínas rodean a las criaturas y comienzan el combate.
Un ataque con armas a distancia seguido de una carga, al principio la suerte permite soñar con la victoria a las criaturas anaranjadas, pero cuando les da la espalda y la cosa termina para tres de ellos, el cuarto huye… para encontrarse de bruces con, Pélegrin, un gigantesco bárbaro Tålvik que sale del bosque atraído por los ruidos del combate y lo placa sin piedad, es un hombre realmente fuerte.
La exploradora va hacia ellos y ata al trasgo, mientras la druida elfa saca al prisionero de la manta, pero al reconocerlo no lo desata.
Es su medio hermano, Serkiom, un pícaro que siempre anda metido en líos, libre de la manta, en un segundo, y entre excusas, se libera de las cuerdas, pero antes de poder seguir embaucando a su hermana, Pélegrin se abalanza sobre él llamándole ladrón y exigiendo un amuleto familiar que le robó, lo lleva persiguiendo desde entonces.
El pícaro dice que ya no tiene el amuleto, pero sabe dónde encontrarlo y que si le mata lo perderá para siempre.
Eso parece calmar al bárbaro, pero la amenaza de una muerte dolorosa pende sobre el medio elfo.
Una vez puestos y tras interrogar al trasgo descubren que el asunto es más serio de lo que creían, los monstruos se refugian en Fykse, la fortaleza de los Tålvik excavada en una enorme roca de origen incierto.

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